lunes, 3 de mayo de 2010

Deseos... deseos....

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Son épocas... Momentos en que uno se sienta a contemplar lo que dejo el vendaval y se entretiene juntando las partes de ese todo que supimos ser...
Y de pronto nos vemos modificados, frente a ese espejo imaginario que nos regala el paso del tiempo y en el que nos obliga a mirarnos de vez en cuando para que podamos maquillarnos las ganas y retocar los errores.
Otra vez volvió el apetito, el deseo irremediable de enamorarme, de abandonar la entrañable soledad que me acurruco en el invierno y de la que me hice tan amiga que me cuesta abandonarla.
Ando necesitando esos brazos que trituran los huesos y las penas de la jornada con igual intensidad, que devuelven la sonrisa perdida, que sacuden el cansancio de los viernes.
Estuve planchando las viejas arrugas del corazón y mintiendole al oído, prometiendole que el próximo que llegara se ocuparía de regalarle las arterias para que nunca mas tuviera que pasar por la sala de terapia intensiva. Le dije, además, que volvería a latir lleno de asombro frente a un jarrón con jazmines, un par de velas encendidas o un beso robado bajo la luna llena.
No sabe si creerme. Supongo que a esta altura entiende que no puedo garantizarle cuidados de un tercero y que a veces con mi sola voluntad no alcanza.
Calculo que apenas lo vea llegar cambiara de idea, se volverá confiado y vulnerable, como siempre, y que rezara cuando yo no lo vea, pidiéndole a su propio dios que aquel que vino quiera quedarse, que yo no lo eche, que nadie se canse, que nadie se aburra.
Deben ser los primeros acordes del otoño los que me provocan esta sensacion de andar extrañando ese ascensor que sube y baja por el estomago ante la mera presencia de alguien amado. Tal vez sea la calma de mi propio mar, antes revuelto, la que me permite mirar otra vez mas allá de mis pupilas empañadas. Quizás solo se trate de unas ganas locas de lanzarme por ese tobogan de sensaciones que solo genera amor.
Hoy extraño ese mordisco en el aire plagado de magia, esa bocanada de amor que colma el espíritu y llena los pulmones de esperanza.
Hoy extraño esa presencia de alguien que aun no conozco, pero que sin embargo me suena tan familiar...

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