jueves, 4 de octubre de 2007

Soñar no cuesta nada...

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Cacho volvía al país después de 10 años, había emigrado a Barcelona en el 2002, tras largo tiempo buscando laburo infructuosamente. El sabía que las cosas habían mejorado en el terruño, pero igual lo sorprendió el tiempo que el avión demoró en llegar al gate 57 del Aeropuerto Internacional de Carrasco, mientras esperaba que Air France, KLM, 5 737s de Varig, Aeroflot y algunas compañías que no se conocían se desplazaran por la pista o dejaran pasar otros tantos vuelos despegando.
Caminó hasta migración, donde dos gentiles funcionarios en prolijos uniformes le recibieron, registrando su ingreso en la base de datos que Uruguay había tenido que implementar años atrás para controlar el desordenado flujo de inmigrantes de la región y del hemisferio norte.
Ahí estaban aún sus amigos esperándolo.
Tomaron un taxi que se desplazo por el intercambiador de la autopista interbalnearia y 102: "Polo industrial y tecnológico de la Ciudad de Minas: a autopista U-8 por U-102", "Centro informático del área metropolitana de Pando: autopista U-102".
Cacho sintió como su mandíbula caía de admiración. Siguieron por la ruta pasando por debajo del puente del Tren de Alta Velocidad al Este, un proyecto desarrollado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República en Tacuarembó y construído en Rivera por la Empresa Ferroviaria Oriental, una compañía mixta, propiedad de funcionarios militares y policiales y de las universidades públicas, originalmente financiada con los dineros que el Estado logró recuperar de los implicados en casos de corrupción en los gobiernos concluidos el 1 de marzo del 2005: 1500 millones de euros.
Al entrar a montevideo pudo ver como los niños se zambullían en las aguas cristalinas del arroyo carrasco, ahora rodeado por el Parque Lineal Pacha Mama, que une el mar con la zona de chacras ecológicas que rodean la capital y producen buen aparte de los alimentos orgánicos que Uruguay coloca con gran éxito en todo el planeta.
Cacho no lo podía creer.
El monumento sobre la ahora elevada avenida Italia rezaba: "El pueblo uruguayo saluda a los campeones mundiales 2010" y una lágrima corrió por sus mejillas. Avanzaron respetuosos de los límites de velocidad mientras el Monorriel Urbano que acompaña la avenida se desplazaba cargado de trabajadores que regresaban a casa después de sus 8 horas de labores diarias. Hay pocos autos, los uruguayos no gustan de la contaminación y exigen al Gobierno celo en los controles ambientales.
A Cacho no le gustó leer algunas pintadas xenófobas que dejaron ver los muros: "Uruguay para los Uruguayos: fuera suecos, suizos y germanos", aunque sabía que los racistas eran, afortunadamente, grupúsculos minoritarios.
Hay mucho trabajo y se vive bien-, le comentó el tachero-, no es difícil comprarse la casa ni tener un rancho en la playa. Yo corto después de este viaje, es que a las 19 el gobierno hace el informe semanal del funcionamiento del Estado y quiero mostrárselo a los botijas para que se vayan interesando. Todos cuidamos mucho la democracia, no queremos que nos pase de nuevo lo de fin de siglo.
Llegaron a destino, Cacho insiste en pagar:
¿Cuanto es amigo?
Poca plata - responde el tachero:
Son tres Tabarés.

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